Primero, regocijémonos en el nacimiento de nuestro Salvador. Celebramos el nacimiento del Hijo de Dios, el Creador, nuestro Mesías. Nos regocija que el Rey de reyes vino a la tierra, nació en un pesebre y vivió una vida perfecta. Cuando Jesús nació, el gozo en los cielos fue tan grande que no se pudo contener, las huestes angelicales partieron el velo y proclamaron a los pastores “nuevas de gran gozo… [alabando] a Dios y [diciendo]: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”
Los magos “se regocijaron con gran gozo. Y cuando… vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes”.
También es apropiado que nosotros; al igual que los magos, los pastores y los ángeles; tomemos tiempo para regocijarnos y celebrar ese glorioso primer día de Navidad.